martes, 7 de febrero de 2012

AGUJERO

He estado pulsando mis limites
como un ave de rapiña en la carretera cándida
que lleva al infierno.
Llegue a la cama
a dormir el sueño que siempre ostente
sudaba, el terciopelo se adhirió a la almohada
parte del musgo opalecente que contiene el peso
de mis costillas y mi lengua,
un cienpiés escala la cortina mustia de encajes.
El prestigio del motel
es muy simple
es desalmado,
no tiene constelaciones
solo goteras
y el estallido impávido de mi vecina,
juro que solo dice groserías cuando le aprietan el cuello,
se moja y escuchaba gruñir a las panteras negras
por la National Geographic.

Ayer sonó el teléfono.
La vida afuera se vuelve salvaje
remolinos de óxido metálicos,
un ave de rapiña muerta
mal presagio,
las diminutas pastillas que trae la peste consigo
y te hace beber manso.
Adentro espabilan las escaleras
recubiertas de alfombras que contienen polvos finos
esparcidos por la lujuria de la calle
y los zapatos de tantos transeúntes
cansados de serlo,
donde el lobo, el ano
y el pubis blasfeman
y hay carteles de neon gritando.


















Foto: Guille Plottier