Esta vez se acerco él, su cabello, sus párpados, sobre el acero negro la lluvia y otro intento desesperado de volver a verla, vulgar y noble como todas esas veces que cerró su deseo y trago la llave.
Nunca estaba en su cuarto, dejaba las pestañas postizas pegadas a un lado de la mesa de noche, se reparte la tristeza en cortes de segundos, el jardín verde al final de la casa grande y sin retorno, flores moradas para perderse y renacer. Matias leía las noticias escritas con cara de pedazos, diagonal el corazón latente de la marca del café diurno.
Nunca estaba en su cuarto, dejaba las pestañas postizas pegadas a un lado de la mesa de noche, se reparte la tristeza en cortes de segundos, el jardín verde al final de la casa grande y sin retorno, flores moradas para perderse y renacer. Matias leía las noticias escritas con cara de pedazos, diagonal el corazón latente de la marca del café diurno.