Las uñas pintadas,
el cuerpo ciego
boca abajo
pisando al hombro.
Intente hacerlo
varias veces:
escribirte sin usar diccionarios,
recordar cinéticamente
las cosas por comprar en el supermercado
donde la cajera
siente el odio
aferrado y vehemente.
El vino no alcanza
en días como estos
cuando tuerces los ojos
y gotean las bañeras;
las muñecas tiemblan
es absurdo decir
que es el palpito
o esa perra triste
que me lleve por delante
sin mirar el retrovisor,
el capo,
causas inevitables:
exceso de velocidad,
de lata,
de juicio.
Desatarte,
hacerte hablar
sobre algo que dijo
el secretario de gobierno
sin decirme
como secretamente
deseas matar a tus ex,
todos los implementos necesarios,
como se engendra el terrorismo,
convencerme
con esa mueca lápiz labial
que estremece la espalda,
la violenta lengua
extendida
en la cervical.
Sin miedo a perder
todo el esplendor.
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